Empieza sentándote en una posición en la que tu espalda esté derecha. Mantén los ojos abiertos y la mirada al frente. Si los cierras no necesariamente vas a meditar mejor, pero sí es probable que te entre sueño o te duermas. Meditar no significa quedarse amodorrado sino que requiere estar alerta.
Un pequeño truco para no adormilarte: mantén la
punta de tu lengua en contacto con tu paladar. Si empiezas a sentir somnolencia
tu lengua caerá y te sacará de ese estado.

O bien puede ser algo
interno, como tu propia respiración. Centrarse en la respiración resulta muy
útil porque es algo que siempre está ahí a tu disposición, hagas lo que hagas.
No se trata de que la controles, sino tan solo de observar cómo tu cuerpo
respira por sí solo.
Lo habitual es que en tu mente aparezcan
pensamientos con cierta frecuencia. Cada vez que eso suceda, deja pasar el
pensamiento y vuelve a centrar tu atención en el objeto o respiración sin
preocuparte demasiado por lo que aparezca en tu mente.
Deja que tus contenidos
mentales aparezcan y desaparezcan, sin juzgar, tan solo vuelve tu atención a tu
respiración u objeto todas las veces que sean necesarias.
Al principio verás que tu mente deambula de un
lado a otro y no paran de surgir ideas, imágenes, recuerdos, etc. Sin embargo,
con la práctica te irá resultando cada vez más fácil centrar tu atención e irá
surgiendo menos "ruido" en tu mente.
De hecho, si eres capaz de
centrar tu atención durante 5 minutos ya podrás considerarte un gran meditador,
aunque lo más probable es que al principio no dures más que unos segundos. Sin
embargo, eso no debe importarte. Vuelve a centrar tu atención cada vez que la
pierdas.
Practica la meditación a lo largo del día cada
vez que puedas y durante todo el tiempo que desees. Al principio, puede ser
preferible practicar durante periodos cortos, como cinco minutos, para ir
aumentando el tiempo progresivamente.
Ten en cuenta que conforme aprendas a
centrar tu atención durante más tiempo, esos cinco minutos parecerán un
instante, y será un instante en el que tu mente ha estado completamente limpia,
descansando y en paz, libre del constante ajetreo estresante que suele haber en
ella casi siempre.
Igual que un vaso de agua embarrada que queda en reposo,
poco a poco la suciedad se va yendo al fondo, dejando el agua limpia en la
parte superior; del mismo modo, tu mente se vuelve más pura durante la
meditación. Si te paras a pensar en esto, te darás cuenta de por qué la
meditación tiene tantos beneficios.
Beneficios de la meditación
Practicar la meditación hace que te sientas más
optimista, aumenta tu empatía, mejora tu capacidad cognitiva (memoria,
atención, concentración, rendimiento académico), mejora tu autocontrol y tu
autoestima, reduce el estrés, aumenta la salud física, reduce la ansiedad, la
depresión, el dolor de cabeza y el dolor en general, te sientes más positivo y
tolerante con los demás, te sientes más relajado pero con la mente más
despierta.
En definitiva, sientes una mayor serenidad y bienestar.
Mientras estás meditando se producen cambios
bioquímicos y físicos en tu cuerpo, que cambian el metabolismo, la respiración,
la tensión arterial, la frecuencia cardiaca y la actividad cerebral
(produciéndose un aumento de las ondas alfa).
La meditación te ayuda a tener una mayor
capacidad para manejar los problemas y los retos de tu vida, y te afectan menos
los contratiempos porque estás más relajado y optimista.
Comenzar el día meditando puede ser un modo
excelente de sentirte mejor durante el día y sobrellevar el estrés.
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