El verano
acaba y el otoño empieza con el sabor dulce y sugerente de los higos. Son
alimento exquisito, propio de dioses, según la tradición griega y romana, que
además se nos ofrecen como un regalo a quienes vivimos rodeando el
Mediterráneo. En los paseos siempre podemos encontrar una higuera generosa.
RICOS EN ANTIOXIDANTES Y CALCIO
Es rico en betacarotenos
que son precursores de la vitamina A, antioxidantes y esenciales para la salud
de la vista, de tejidos y mucosas. También tiene una considerable cantidad de vitaminas del grupo B, indispensables
para el equilibrio del sistema nervioso. Además aporta vitamina C, que también es antioxidante y
actúa sobre el sistema inmunitario. En el higo seco los nutrientes se
encuentran todavía más concentrados (a excepción de las vitaminas A y
C.
Entre los minerales destaca por ser la fruta más
rica en calcio, bien
acompañado de fósforo y magnesio,
de forma que se asimila correctamente para el desarrollo y mantenimiento de
huesos y dientes. Por esa razón debería formar parte de todos los tratamientos
de osteoporosis y fracturas, además de la dieta de las mujeres embarazadas,
niños y adolescentes.
INDICACIONES TERAPÉUTICAS
Es asimismo una buena fuente de hierro y ácido fólico, por lo
que se recomienda en casos de anemia.
Se recomienda su uso para eliminar las arenillas
de los riñones por su riqueza en potasio. Otros importantes
oligoelementos que aporta en cantidades apreciables son yodo, cinc, cobre, y
manganeso.
El higo es una muy buena fuente de energía y se
recomienda en casos de debilidad,
inapetencia, astenia y convalecencia, así como para esfuerzos
físicos como los deportivos. También es aconsejable para el estrés mental. Recientes estudios
han descubierto que posee propiedades anticancerígenas,
gracias a una sustancia llamada benzaldehido.
Los higos secos tienen hasta un 10% de fibra y
son muy laxantes gracias a sus numerosas semillas. Es tradicional dejar en
remojo durante la noche 4 o 5 higos abiertos por la mitad, para tomarlos en
ayunas y evitar el estreñimiento.
Por ese motivo y por su capacidad diurética no deben ser eliminados de las
dietas de adelgazamiento. Solo las personas con diabetes deben consumirlos con
prudencia.
Uno de sus usos terapéuticos más arraigados es para calmar la tos, ya que drena y
suaviza las vías respiratorias. Se prepara un jarabe cociendo seis o siete
higos secos en un cuatro de litro de agua hasta obtener una bebida concentrada
que se toma como un jarabe. Incluso se pude elaborar hirviendo 30 gr de hojas
en un litro de agua hirviendo y dejándolas en infusión diez minutos. Esta
bebida se va tomando a lo largo del día y sirve también para hacer gárgaras.
En uso externo, los higos secos ayudan a madurar abscesos. Se coloca un higo cortado en
dos y cocido en agua o leche sobre el absceso o sobre encías afectadas por un
flemón.
El uso diario del látex de la higuera sirve para
curar verrugas. Este mismo
látex se usa para cuajar la leche, que se remueve con el tallo de una hoja
recién cortada.
CÓMO ELEGIRLOS Y CONSUMIRLOS
Los higos se deben recolectar maduros, porque si se cogen verdes no
acaban de madurar. Por eso al comprarlos hay que buscarlos frescos, homogéneos
de color, pesados al tacto y con el extremo torcido o arrugado. El punto idóneo
de sazón se reconoce porque ceden ligeramente al presionarlos y liberan una
gota de néctar por su base. Los mejores tienen la piel ligeramente oscura y
rugosa, con grietas poco profundas.
Si se comen en abundancia es mejor desechar la
piel, porque de lo contrario irrita los labios.
Las brevas
son higos que no consiguen madurar en su momento y lo hacen al año siguiente, a
principios de verano, como son las primeras en llegar se esperan con gran
anhelo.
La conservación
de higos y brevas es delicada porque fermentan con facilidad una vez
sobrepasada la madurez. Se pueden mantener dos o tres días en una despensa
fresca dentro de una cesta o caja de madera protegidos por sus propias hojas o
con hojas de laurel. Si se meten en la nevera se usarán recipientes cerrados,
para impedir que absorban el olor de otros alimentos y es preferible sacarlos
con la suficiente antelación para saborearlos a temperatura ambiente, ya que
fríos pierden su aroma y sabor. Al lavarlos se evitará echarles un chorro de
agua directamente, por que dañaría su delicada piel. Después se deben secar con
cuidado.
Cuando los higos son frescos la mejor manera de
consumirlos es en crudo,
como el resto de las frutas, porque así mantienen todas sus propiedades. Por su
vivo color y su aspecto permiten preparar originales postres, macedonias,
ensaladas y salsas. Combinan muy bien con el yogur, el kéfir y el requesón, de
vaca o de cabra, en saludables desayunos y meriendas. También son exquisitos en
confituras y mermeladas, aunque en este caso se utilizan un poco más verdes.
Desde antaño se han usado como guarnición, frescos o secos, para platos
elaborados.
Los higos
secos se obtienen de variedades verdes que se dejan desecar al
sol en zonas cálidas. En el proceso los azúcares pasan al exterior, la piel
cambia de color y sus nutrientes se concentran.
Son idóneos para formar parte destacada de un
desayuno con almendras o nueces, quesos y pan integral. En la elaboración del
nutritivo pan de higo se mezclan higos secos partidos en pedazos con uvas
frescas y trozos de almendra y avellana. Es excelente para excursiones y tareas
de gran actividad, ya que sus nutrientes se complementan en una comida
completa, donde el higo aporta carbohidratos, vitaminas y minerales mientras
que los frutos secos proporcionan proteínas, ácidos grasos esenciales, vitamina
E y más minerales.
Tabla de composición nutritiva
Comentarios
Publicar un comentario